Llegamos hoy a otro de esos lugares para la memoria, un enclave ante el que sólo queda reflexionar y mostrar el respeto al recuerdo de más de medio millar de personas -hombres, mujeres y niños- que perdieron la vida, de manera brutal, a manos de los secuaces de un líder depravado, de un maníaco asesino, de un monstruo diabólico.
Fue Hitler el encargado de dar la orden de arrasar una villa francesa, Oradour-Sur-Glane. Fueron miembros de la División SS Das Reich los encargados de llevar a cabo el macabro deseo del abyecto dictador. La acción debía ser ejemplar y servir de escarmiento a los miembros de la Resistencia francesa. Lo fue.
Los asesinos mataron aquel fatídico 10 de junio de 1944 a más de 600 personas. Fusilaron a 190 hombres, disparándoles en los miembros para que se desangraran lentamente; ametrallaron y quemaron en la iglesia, en la que los encerraron, a 245 mujeres y 207 niños. Tras la “valiente” jornada de trabajo, los soldados alemanes saquearon y quemaron la ciudad. Apenas quedaron supervivientes.
Al final de la II Guerra Mundial, Charles de Gaulle, ordenó no reconstruir la villa y permitir que se mantuviera intacta para que nadie olvidara el sufrimiento del pueblo francés durante la ocupación nazi. En la actualidad, Oradour-Sur-Glane se mantiene tal y como la dejaron los alemanes aquel horrible día.
En 1999 fue inaugurado el Centre de la mémoire d’Oradour-sur-Glane, a instancias de la Association nationale des Familles des Martyrs d’Oradour-sur-Glan. Más de 300.000 personas han pasado por las instalaciones de la exposición permanente del Memorial.