España va despertando de su Noche de San Juan. La noche más corta del año ha pasado casi como un suspiro entre hogueras, música, susurro de olas y la magia del fuego. El deseo, la alegría, la esperanza y los ritos se han confabulado, un año más, en las arenas cálidas de las playas españolas.
Es la moderna celebración de la antigua tradición, aquella que demandaba que se encendiera una hoguera para ayudar al sol en el solsticio de verano, porque a partir de aquí el astro rey irá perdiendo fuerza y los días irán acortando su vida, cediendo horas oscuras a la noche.
Es la noche mágica, la de las Meigas, la de las Brujas, la de los sortilegios, la de ceremoniosa purificación del ser humano. Es en definitiva una noche abierta a la esperanza, a los deseos, al optimismo, a esa ilusión irracional en la que confiamos ciegamente, con la inocencia casi intacta a cambio de que nos prometan tiempos mejores.
San Juan, Sant Joan, San Xuan, San Xoan… Fuego y artificios, Juas y Juanillos, hogueras y músicas, brevas y sardinas, espetos y conciertos, verbenas y ninots… Toda la costa de España arde como un faro de alegría, cuyas cenizas pisarán más tarde los muchachos, mientras otros saltan hasta nueve veces sobre las hogueras…
Precisamente así perdía anoche la vida uno de esos jóvenes saltadores, al caer sobre una de las hogueras que sorteaba… Es la otra cara de una celebración multitudinaria, que se vive con intensidad y que acoge con la misma alegría a propios y extraños, en una singular jornada de júbilo y anhelo.
Ojalá magos, meigas, hadas y duendes se hayan confabulado para traer un poco de bienestar en épocas de tanta incertidumbre y tantas dificultades. Seguro que ese mar purificador ayudará a que el poder de las llamas conceda a cada cual el deseo que anoche quemara en cada hoguera.