El Rembrandt House Museum de Amsterdam expone al público, hasta el próximo 13 de febrero de 2011, la que es considerada la última obra del padre del Tenebrismo, el pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio. Se trata del cuadro San Juan Bautista reclinado, un lienzo perteneciente a una colección privada que fue certificada como auténtica tras su descubrimiento en 1976.
La pintura, fechada en 1610, ha sido considerada por los expertos como el último trabajo del maestro italiano y ha sido exhibida por primera vez al cumplirse los cuatro siglos de su factura. El espacio elegido para mostrarlo a los ansiosos ojos de los amantes del arte ha sido cuidadosamente elegido. Se trata del Estudio de Rembrandt, dentro de la casa museo del pintor holandés en la capital de los Países Bajos.
La eleccion de este lugar para la exposición no es fortuita, ya que Rembrand se considera el verdadero heredero del espíritu del artista milanés. La capacidad para retratar las emociones más profundas, el realismo admirable con que dotan a sus escenas y el sentido dramático de la iluminación de sus estampas sitúan a ambos artistas como los dos grandes genios del Barroco.
Sin embargo, son precisamente esas cualidades las que impidieron el reconocimiento de Caravaggio como maestro de su tiempo. De hecho, durante todo el Barroco sus técnicas fueron dadas a conocer por un grupo de autores que ahora son denominados “caravaggistas”. No obstante, el maestro cayó en el olvido durante siglos.
Ello se debió, fundamentalmente a su excesivo realismo que le llevó a no mitigar ni esconder la realidad por mucho que pudiese incomodar a los poderes fácticos de su época. Ello chocó de forma más virulenta a la hora de presentar sus escenas de temática religiosa, casi siempre realizadas por encargo.
Amigos, borrachines, pendencieros, prostitutas… sirvieron de modelos para sus figuras en casi todas las ocasiones. Él mismo aparece retratado en varios cuadros, a veces incluso tras recibir alguna paliza -llegando a intentos de homicidio- por sus convicciones o por su carácter peleón en riñas callejeras, al margen de los intentos pagados de algunos de sus rivales artísticos.
Sea como fuere, el dramatismo de su claroscuro, su genialidad para captar la luz, su destreza para presentarnos la realidad es reconocida hoy por críticos y pintores y con la fuerza que siempre mereció.