Nos vamos hasta la provincia de Pisco, allá en tierras peruanas; un lugar de bellísimos y espectaculares contrastes, empeñado en contraponer paisajes imposibles y realidades maravillosas. El mar y el desierto en toda su explosiva hermosura. Un cañón de vida y dinamismo y un paraíso para los amantes de la fotografía.

Estamos ante el ecosistema marino más productivo y variado del planeta, gracias a las corrientes marinas de Humboldt, una de las más importantes del mundo y que son las responsables de perfilar las condiciones climáticas del litoral chileno-peruano. A esta riqueza biológica se debe añadir la que aportan las especies migratorias y los animales que pasan largas temporadas en la zona.

El resultado no puede ser más impresionante: 335.000 hectáreas de asombrosas imágenes a cargo de lobos finos, pingüinos de Humboldt (en peligro de extinción), pájaros guaneros, tortugas, geckos, bufeos, gatos marinos…

El mar más poblado del planeta debe su calidad de vida a la cantidad de plancton y pequeños crustáceos que sirven de alimento a los animales marinos. A partir de ahí, las especies se adueñan, por tierra, mar y aire, de cuanto encuentran a su alrededor y componen una sinfonía de vida única, espléndida, llamativa y colorista.

Mientras merodeamos por allí, resulta igualmente fastuosa la experiencia de contemplar desde el mar el famoso ‘Candelabro’ de Bahía de Paracas; 120 metros de grabado en roca que, se dice, podría pertenecer a las enigmáticos petroglifos de las líneas de Nazca.

Fotografías de Bruno Girin.
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