En el Nord-Pas-de Calais, donde injustamente le han colocado un cartel de serios y desabridos a sus habitantes, se celebra uno de los carnavales más divertidos de Francia: El Carnaval de Dunkerque.
Dicen que sus orígenes fusionan la tradición pagana con la fecha de partida de los pescadores de la zona hacia las gélidas aguas de Islandia. Antes de tan descorazonadora travesía, los habitantes de esta localidad francesa celebraban su animado carnaval, que sigue conservando una alegría desbordante.
Los marinos, conscientes de que su ausencia iba a ser larguísima, se desquitaban bien y así este es uno de los carnavales más extensos del mundo. De hecho su celebración dura nada más y nada menos que seis semanas de febrero a marzo y, hacia la mitad del periplo de jolgorio, se encuentra los ‘Trois Joyeuses’, cuatro días seguidos de fiesta desenfrenada.
Resulta muy singular ver a grupos de marinos disfrazados con sus impermeables amarillos, cantando canciones marineras y lanzándose arenques delante de la fachada del ayuntamiento de la ciudad.
La otra gran peculiaridad de los Carnavales de Dunkerque es la presencia de miles de paraguas, como decoración y como parte de la indumentaria de los participantes. Cuentan que antiguamente, los campesinos se desplazaban hasta la ciudad para ver el carnaval y, como precaución, llevaban paraguas para protegerse de posibles inclemencias del tiempo. Eso hacía gracia a los marinos, acostumbrados a un tiempo infernal en sus travesías, así que a modo de chanza empezaron a llevarlos ellos también.