Nadie duda de que la Estatua de la Libertad es el monumento más icónico de la ciudad de Nueva York. Sin embargo no siempre estuvo ahi. De hecho, y aunque parezca que lleva entre los norteamericanos toda la vida, apenas un siglo y cuarto la separan de la nada.
Los habitantes de la gran ciudad aman a esta gigantesca estatua que, no obstante, se empeñan en destruir de todas las maneras posibles a través de la ficción. Así el cine la ha congelado, la ha arrasado con un tsunami, la ha bombardeado, hasta formaba parte, hecha pedazos, del Planeta de los Simios.
Pero Miss Liberty continúa en pie, alumbrando al mundo y recibiendo los piropos de millones de turistas que cada año se acercan a sus pies y soportan horas de interminables colas para visitar su interior y subir hasta su antorcha.
Hace apenas unos días que la ciudad celebraba una gran fiesta en honor de la Estatua de la Libertad, que acaba de cumplir 125 años. La “Madre de los Exiliados”, como la calificó la poetisa neoyorkina Emma Lazarus, ha festejado su aniversario nacionalizando a 125 inmigrantes, uno por cada año que había transcurrido desde que fuese regalada al Gobierno norteamericano por la República de Francia.
Ahora la colosal dama deberá permanecer cerrada durante doce meses, porque se verá sometida a un proceso de restauración durante el que se arreglarán sus 154 peldaños, se le instalará un nuevo ascensor y se reforzarán los sistemas de seguridad que tanto preocupan a los americanos del norte desde el 11-S.
No obstante, las autoridades de Nueva York han instalado en la famosa antorcha cinco cámaras que transmitirán, vía internet y durante las 24 horas del día, las imágenes de la Gran Manzana.