Ya vamos adentrándonos en el último tramo de la Semana de Pasión y vamos a aprovechar para nombrar un postre muy típico de Aragón, Cataluña, Valencia y Murcia. Se trata de la Mona de Pascua, una deliciosa torta adornada con huevos que anuncia el final de la abstinencia de la época de vigilia.
El dulce por sí mismo está cargado de tradiciones propias, como aquella que “obliga” a los padrinos a regalarla a sus ahijados, costumbre arraigadísima en Cataluña y que continúa celebrándose con mucho éxito en la actualidad.
Harina, huevo, azúcar y sal son los ingredientes de una masa elaboradísima y trabajosa que bien merece la pena por la pasión que desata entre los más pequeños y por el ambiente familiar en que se disfruta.
Las más famosas quizá sean las de Alberic, en la Comunidad Valenciana, donde los huevos con cáscaras coloreadas ayudan a dar forma a la masa que adquiere símiles de animales, especialmente serpientes, monos y lagartos.
En Cataluña, sin embargo, la forma tradicional convive con las grandes -en el sentido más literal de la palabra- creaciones de los maestros pasteleros, quienes no escatiman en creatividad a la hora de elaborar su mona gigante y elegante.
Dentro de las tradiciones que trae la mona está la de comerla por la tarde en el campo, cascar el huevo en la frente de otra persona o precederla de un festín familiar y campestre.