¿Quién se atrevería a competir con millones de años de tallado paciente y constante? ¿Quién osaría a desafiar la vena artística y erosiva de las aguas y los elementos? ¿Quién podría doblegar toneladas de piedra kárstica y jugar a ser arquitecto divino? Muchos milagros tendrían que converger para poder siquiera modelar un pedazo de roca de la zona de los Lagos de Plitvice.

Solo debemos echar una ojeada para comprender por qué los 16 lagos que conviven en este Parque Nacional forman parte del Patrimonio de la Humanidad. 30.000 hectáreas de una belleza pasmosa, de una perfecta comunión de bosques, cataratas, lagunas y terrazas que nos enlazan directamente con una de las partes más primitivas, originarias y auténticas de la historia del planeta.

Casi nos encontramos en la misma frontera de Bosnia-Herzegovina, pero estamos en Croacia, haciendo equilibrios entre estos dos estados surgidos después del desmembramiento de la antigua Yugoslavia. Aquí el karst croata nos muestra las arterias primigenias de la Europa Central.

Refugio habitual del oso pardo, águilas, buhos, lobos y hasta una especie de salamandra única y rara, que habita en el interior de unas cuevas, sin pigmentación en la piel y sin ojos. Son maravillas naturales de un lugar privilegiado en el mundo y que nos regala también sus fabulosos bosques de hayas o la preciosidad de las tonalidades de sus aguas, conseguidas a base de musgo y sedimentos calcáreos.

Desde luego, quienes llegan hasta aquí no deben olvidar su cámara de fotos, porque se arriesga a condenarse al más estrepitoso cargo de conciencia. Unas cuantas fotos lo solucionará todo.

Fotografías de [paradise], ReneKr, ornello_pics, malex.org, 29cm.
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