Praia de Itapuã.

Años ha aprendí a amar Brasil, el Brasil bohemio y cargado de arte, de cultura y mestizaje, de poesía y guitarra, de carnaval y ritos africanos, de santos católicos y candomblé, de trios eléctricos y capoeira, de axé y yoruba… Un Brasil profundo y espiritual, sentido y cargado de tradiciones, auténtico y placentero a ritmo de la música popular de talentos como el de Maria Bethania, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y, más recientemente, el genio desbordado de Daniela Mercury.

Ellos me enseñaron a amar un Brasil que, fundamentalmente, no era otro que el que encontraba en los espacios de Salvador de Bahía y más concretamente en las tardes soleadas de sus hermosas playas. Comencé por Itapuã

“Passar uma tarde em Itapuã
Ao sol que arde em Itapuã
Ouvindo o mar de Itapuã
Falar de amor em Itapuã…”

Por allá comenzó mi ruta bahiana, por una Itapuã con la que soñaba desde menina, gracias a la voz pausada de Vinicius de Moraes y los acordes melodiosos de Toquinho

Embarcadero, Itapuã.

Eran otros tiempos y el lugar se había convertido en el sitio ideal para aunar poesía, cantores y bossa nova… una mezcla cadenciosa y sensualmente atractiva, propicia para no hacer, para dejarse llevar, para vivir pausado…

“Um velho calção de banho
O dia pra vadiar
Um mar que não tem tamanho
E um arco-íris no ar
Depois na praça Caymmi
Sentir preguiça no corpo
E numa esteira de vime
Beber uma água de coco”

Un lugar fascinante para gozar, a la manera más hedonista, de los placeres predicados por Epicuro y como reza el título de una película relativamente reciente: “Comer, beber, amar…” em Itapoã.

Fotografías de JFabra, turismobahia, Gov/Ba, Mario Carvajal.
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