Desde aquellos tiempos de Cartago, cuando los fenicios, ocho siglos antes de Cristo, fundaron una de las ciudades más emblemáticas del Mediterráneo, hasta nuestros días, Túnez se ha ido labrando siglo a siglo su fama de urbe cultural y monumental. Esa fama es merecida, obtenida con una gota de legado de cada pueblo que llegó a la mágica urbe.

Hablamos de un país pequeño, el más chico del Magreb y, teniendo en cuenta que casi la mitad de su superficie está dominada por el desierto del Sáhara, podemos hacernos una idea de lo bien que aprovechó su salida al mar este puerto de la costa norteafricana, aupado aún más si cabe, con el uso que le dieron los romanos del Antiguo Imperio.

Bizantina, califal, cristiana, musulmana, cartaginesa, africana, romana, europea… la II Guerra Mundial llevó hasta su territorio a la Francia de Vichy a los nazis de la Alemania hitleriana. Con el final de la contienda, Túnez pasó a formar parte de eso que se dio en llamar ‘protectorado’, que de hecho no era más que una forma de colonialismo a la francesa.

Hoy, la complicada política internacional y los conflictos que determinaron la Primavera Árabe, han venido desembocando en una cierta inestabilidad de la zona, que lucha por encontrar aires nuevos en este convulso mundo del siglo XXI.

No obstante, Túnez sigue conservando ese encanto que le confiere el inmenso pasado que le acompaña y la rotundidad de su paisaje y sus restos arqueológicos.

Fotografías de archer 10 (Dennis).
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