Ningunos juegos anteriores, a no ser los organizados por el régimen nazi de Hitler, habían despertado tanta polémica. ¿La causa? La política homófoba y represora del presidente de Rusia, Vladimir Putin. En una durísima campaña contra la homosexualidad, países de todo el mundo y representantes de todas las esferas sociales, han expresado su repulsa a esta violación de la Carta Olímpica y de los Derechos Humanos.
Parece que lamentablemente, Sochi 2014 no va a ser recordado como unos Juegos de Invierno en los que el espíritu olímpico y la calidad de sus participantes ofrecieron un espectáculo deportivo del más alto nivel. Tal vez, con el paso del tiempo, la Rusia de Putin haya perdido esa oportunidad en favor de ser recordada como una nación invadida por un espíritu retrógrado y ofensivo.
La comunidad internacional, a través de las redes sociales y de manifestaciones en todas las grandes ciudades, han dejado claro su oposición a las detenciones de personas LGBT, así como la ofensiva y desafortunada visión del alcalde de Sochi, Anatoly Pakhomov, quien no ha dudado en afirmar y quedarse tan ancho que su ciudad está 100% libres de homosexuales… Debería hacérselo mirar.
En el lado contrario habría que celebrar acciones como las del equipo olímpico de Alemania, quienes en un acto de reivindicación, han optado por una equipación inundada por los colores del arco-iris, la bandera que representa a la comunidad LGBT en todo el mundo.
