Nadie podría haber imaginado, a finales del siglo pasado, que el East End acabaría convirtiéndose en una de las zonas más chic de la capital británica. La bohemia de Londres, como suele ocurrir en estos casos, transformaba un barrio de mafiosos en la cuna del arte y la modernidad del siglo XXI.
Ya nadie se acuerda que hubo un tiempo en que aventurarse por las calles del East End podía costar la misma vida. La verdad es que resulta difícil. Un paseo por el barrio londinense nos muestra un emplazamiento muy diferente. Evidentemente el primigenio deterioro de su imagen pública fue lo que acabó sirviendo para que los artistas tomaran la zona.
Los precios se desplomaron en este barrio lleno de almacenes y casas prefabricadas, en el que se habían refugiado las clases más deprimidas tras la II Guerra Mundial. Aún hoy quedan huellas, transformadas en museos, de aquellas viviendas insalubres.
Los artistas aprovecharon los bajos alquileres para mudarse a la zona y, como suele suceder, el panorama cambió y se hizo muy atractivo para otros sectores. De hecho, en el East End de Londres se han llegado a establecer artistas tan controvertidos y cotizados como Damien Hirst y Tracy Emin. El espaldarazo llegó de la mano de los JJ.OO. de 2012.