Desde que en el siglo III a. de C. se comenzara a formar el asentamiento de Chellah, han pasado paños de tiempo e historia por el pedazo de costa atlántica de Marruecos que acabaría convirtiéndose en la capital del reino alauita. Hoy, en pleno siglo XXI, Rabat ha sido inscrita en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO.
Frente al resto de ciudades imperiales, muchos son los que opinan que Rabat es la hermana pequeña, la menos dotada para la belleza y los rincones cargados de cultura e historia. Quienes así opinan es que nunca estuvieron allí o pasaron de puntillas por la antigua ciudad bereber.
Su fundación oficial, con un trazado semejante al que conocemos hoy, se remonta al siglo XII, desde donde partieron los almohades para conquistar la Península Ibérica, donde estuvieron ocho siglos en esa Al Andalus mora que ha legado a España monumentos tan valiosos como La Alhambra, la Mezquita de Córdoba, Medina Azahara…
Recorrer la ciudad, con todo lo típico y tópico que entronca a cada rincón habitado de Marruecos, es también enfrentarse a lugares tan imponentes como la Kasbah de los Oudayas, la Torre Hasan, la Necrópolis de Chellah, el derroche faraónico del Mausoleo de Mohamed V… Y es, por supuesto, adentrarse por coloristas calles, revisados a través de los ojos de pintorescos personajes, que contribuyen a maravillarnos con cuentos de Mil y Una Noches.
Si antes existían razones suficientes para visitar Rabat, la UNESCO ha dejado claro que a partir de ahora es oficialmente otra maravilla imperdible de su colección patrimonial.