Suijobus

No sé por qué a muy pocos turistas se les pasa por la cabeza el itinerario marinero que podemos descubrir en Tokyo y, sin embargo, la capital de Japón ofrece un mundo muy distinto a la algarabía que aporta la vida financiera y económica y el ajetreo que supone ser una de las ciudades más mercantilistas del planeta, además de la más poblada del país del sol naciente.

Existe una manera de evadirse, por lo menos durante un buen rato, de el artificioso bullicio de Tokyo y es aprovechando precisamente la serenidad de un paseo por la bahía, en contraposición al furor urbanita del asfalto tokiota. Para ello vamos a sugerir al viajero la posibilidad de utilizar algunas -o todas- las líneas del Suijo Basu o traducido para que nos entendamos, el Autobús Acuático.

Quien piense que vamos a subir a un transbordador convencional está muy equivocado. En Tokyo pocas cosas resultan convencionales y el servicio de transbordadores no iba a ser una excepción. Al contrario, lo excepcional está ahí en subirte a bordo de una especie de revisión futurista del Nautilus.

Interior Suijobus

Con sus diseños espectaculares, aerodinámicos y de corte modern-retro, muy a lo 007, los suijobus nos descubren la trastienda de la ciudad y además contemplada desde el agua, lejos del ruido y las prisas.

Completamente acristalados, permiten la visión en todos los ángulos y, aunque con otra apariencia, por supuesto, el servicio lleva activo desde 1885. Claro que en la actualidad, los transbordadores transportan más turistas que trabajadores. Son varias las líneas que prestan servicio y nos deslizan por distintas zonas de la ciudad.

El viaje también tiene diferentes duraciones, desde los 30 minutos del itinerario Odaiba-Hinode-Parque de la Costa, hasta la hora de duración de la travesía Parque Marino Kasái, Hinode-Kasai RInken Koen/Chiba. Nos llevarán a lugares tan imprescindibles como el bosque de ciruelos de los jardines Hama-Rikyu o el museo de las ciencias del mar de Odaiba, con seis pisos y la forma de un transatlántico. Tampoco pueden perderse el mercado central y descubrir cómo laminan, con licencia, el venenoso fugu que luego servirá para experiencias gourmets.

Fotografías de simonglucas, Danny Choo, jetalone.
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