Para la cultura nipona la celebración de Año Nuevo es una de las festividades más importantes del año. En los últimos años prolongan la festividad desde el 23 de diciembre, fecha del cumpleaños del emperador; si bien, los festejos de Fin de Año duran en realidad tres días, que coinciden con los tres primeros de enero.
Japón no celebra la Navidad al estilo occidental, puesto que ésta festividad está asociada con el cristianismo. No obstante, a lo largo de los años se han ido dejando contagiar por algunas costumbres como es la de instalar el árbol en casa. Sin embargo esta costumbre no es totalmente importada, ya que el kadomatsu, un adorno de Año Nuevo, realizado con Bambú y hojas de una especie de pino, es una tradición milenaria. El kadomatsu adorna las casas desde el 14 de diciembre, a partir de esa fecha está prohibido cortar el árbol, y el 14 de enero.
Pero volvemos a esos tres días de fiesta a lo grande en una especie de Nochevieja prolongadísima. Los japoneses acuden a los templos, que son adornados con los farolillos de Año Nuevo, y dejan allí sus tablillas, en las que han depositado sus deseos para el nuevo período que acaba de llegar y no es raro ver pasar algunas procesiones sintoístas que portan el mikoshi (casitas que contienen deidades).
El fuego también ocupa un lugar preferente en la cultura nipona, aunque al margen de los fuegos artificiales tal y como se conciben en occidente, allí el fuego es más un concepto espiritual que sirve para limpiar y purificar, algo que también realizan concienzudamente en el interior de sus casas, procurando que no quede nada sucio que impida un año de prosperidad.
Pero si existe algo de lo que disfrutan, al igual que casi todos los pueblos de la tierra, es de una comida especial, con multitud de platillos tradicionales, que se degustan en familia y se espera al nuevo día, porque otra de las tradiciones más importantes es la de contemplar el primer sol naciente del año.