Una de las maravillas de la cultura universal, declarado Patrimonio de la Humanidad, reclama la atención de miles de turistas a lo largo del año. No resulta extraño, porque se trata del mayor parque arqueológico del mundo y deambular entre sus templos es cosa de filósofos.
La piedra dorada de los siete templos de Akragas está ante nuestros ojos, sobre los cimientos de aquella vieja ciudad, hoy Agrigento, construída en el mismo año en que nació Pitágoras. Es el Valle de los Templos, restos dóricos de una civilización culta y avanzada que, además, amaba la belleza y la armonía.
Los griegos se instalarón al sur de Sicilia y Agrigento acabó siendo una de las ciudades más importantes del mundo heleno. Había que dar gracias por tantas bondades y para eso tuvieron que procurarles casa terrenal a los dioses del Olimpo y acomodo a sus héroes: Hera, Concordia, Castor y Polux, Hércules, Zeus, Hefesto y Asclepio.
Son los edificios griegos más antiguos y mejor conservados fuera de Grecia y están al sur de Sicilia, donde la historia se huele, se ve, se toca… casi se mastica.
Encontramos también en este vasto imperio del patrimonio del Valle dei Templi, los restos del paso de aquellos primeros cristianos por la ciudad. Son sus catacumbas, una necrópolis que usó como base los alrededores del Templo de la Concordia.
Visita obligada resulta también el barrio helenístico-romano, el Eclesiasterión y el oratorio de Falaris y su imprescindible Museo Arqueológico, un lugar en el que comprender la esencia de una civilización.