Hace ya mucho tiempo existen, quizá ya un poco extemporaneos y fuera de competencia con la globalización de los grandes circos Mexicanos. Nos referimos a esos misteriosos circos ambulantes, que más parecen carabanas de gitanos y nos remembran los visitantes de Macondo en la novela Cien años de soledad.

En Centroamerica los vemos deambular de pueblo en pueblo, con sus champas provisionales, llegan sin previo aviso, para navidad, para junio, para la feria. Se presentan con el alcalde, y sin que les permitan el honor ya han colocado sus toldos en la plaza e iniciado su redondel; sus mujeres visten toallas a la cintura todo el día y los hombres practican malabares para llamar la atención porque no creo que necesiten práctica.

En la gráfica una rueda de chicago colocada a mitad de la calle, enun poblado de Honduras llamado Protección,

como visitantes nos costó llegar por una empedrada senda, no tengo idea como ingresaron una rastra cargada de sus estructuras armadas

Nunca faltan sus actos de desaparición, entierran a uno de ellos por dos días, sus hijas lindas lucen bikinis en la función nocturna y sus cantos… sus cantos con más que doble sentido provocan en las señoras conservadoras repudio y risa en los jovenzuelos que se las ingenian para colarse a ver las bailarinas.

Como siempre, tal cual el cuento de Aurelio Buendía, se van dejando amoríos ingenuos y la gente le teme que se lleven los niños; aprendieron a ganarse la vida, a hacer historia, a hacer circo ambulante.