Si existe un lugar tocado de manera especial por los antiguos dioses mesoamericanos ese es el Lago de Atlitán, donde tuvieron que beber la esencia de la cultura Maya. Tocado por los dioses, no existe otra explicación para que un lugar destaque por su belleza natural, por encima de tan gloriosas maravillas que rodean sus aguas.
Vigilado por los picos de tres altivos volcanes, los científicos no saben ponerse de acuerdo a la hora de su origen. Para unos se trata del cráter muerto de una antigua montaña brava, pero para otros es la confluencia de tres ríos, atrapados en el pasado por la fuerza geológica y térmica de la zona.
Sea cual fuere, para muchos es ahora el lago más hermoso del mundo y, desde luego, se ha convertido en la principal atracción turística de Guatemala. Complejos hoteleros han empezado a organizarse a su alrededor, dispuestos a confortar al turismo más acomodado, en detrimento del aventurero que preferiría dejar las cosas en su estado natural.
De todos modos, los males que acechan al Atlitán no dependen sólo del viajero. La falta de infraestructura de las zonas adyacentes hacen que buena parte de aguas no depuradas vayan a parar a las antiguas aguas cristalinas del lago de los mayas y pongan en peligro el equilibrio de su pureza.
A principios de este año, una capa “chocolateada” cubría y flotaba sobre las aguas del lago. El Atlitán había sido invadido por la actividad excesiva de las cianobacterias que hace años eran combatidas, en parte, por algunas especies que se alimentaban de ella.
Sin embargo y debido a la introducción en sus aguas de carpas y lubinas, que se alimentan de esas mismas especies, la cianobacteria ha encontrado campo abierto a su reproducción. Entidades públicas y privadas se han movilizado para intentar devolver, a uno de los lugares más hermosos de la naturaleza americana, el esplendor al que nos tenía acostumbrados.