Pocos lugares existen en el mundo en el que en algún momento de la historia, los habitantes de esas tierras no aprovecharan las características del terreno para sacar el máximo partido de la orografía y adaptarse al medio con el fin de establecerse y ubicar su morada.
Es el caso de las casas cuevas, nacidas en principio como refugio imperioso para salvaguardar la vida de sus moradores, aquellos primeros habitantes de la tierra. El paso del tiempo y las técnicas de construcción y aprovechamiento de recursos fueron optimizando las posibilidades que esos espacios naturales ofrecían y rentabilizando el medio hasta límites ecosostenibles.
Hoy grandes estudios de arquitectura e ingeniería han parido importantes casas cuevas, adaptadas al medio de un modo espectacular e intengrando la vida del hombre con la naturaleza y la convivencia respetuosa con el medio ambiente.
Sin embargo, a nadie escapa que fue la cueva el primer abrigo del hombre, incluso antes de ser hombre. Aquellos huecos abiertos en las entrañas de la tierra ofrecieron abrigo contra climas extremos, refugio ante peligrosos animales y lugares de convivencia con los que empezar a convertirse en sociedades sedentarias.
A lo largo de los milenios, el ser humano siguió aprovechando lo que la tierra brindaba y existen importantes ejemplos, que aún hoy pueden ser visitados o continúan siendo el hogar de familias del siglo XXI: Las cuevas granadinas, las casas trogloditas francesas, las tunecinas casas Jedi de Matmata, las villas iraníes de Kandovan…
A veces el efecto mimético con el entorno resulta impresionante, pero merece la pena abrir bien los ojos.