Desde luego el nombre no es muy afortunado y seguro que desistiremos de llamar así al cuadro más famoso y enigmático de Leonardo Da Vinci que, durante estos días ha perdido parte de su misterio al ser desvelada la identidad de la persona que sirvió de modelo al genio italiano.
La sonrisa más perturbadora de la historia de la pintura pertenece al que fuera amante de Da Vinci, el joven Gian Giacomo Caprotti, conocido como Il Salai y que de discípulo del pintor pasó a ocupar un lugar importante en su cama durante cerca de un cuarto de siglo.
Estos últimos descubrimientos han sido posible gracias a las investigaciones del Comité Nacional para la Valorización de los Bienes Históricos, Culturales y Ambientales de Italia.
Los expertos de esta fundación han estudiado incluso el paisaje que se refleja en los ojos de la Mona Lisa y así han determinado que en cada una de sus pupilas se encontraba escondida una letra: L y S.
Al parecer, la primera de las iniciales corresponde a una joven de Florencia, Lisa Gherardini, que inspiró el cuadro en sus inicios. Sin embargo, la letra S nos conduce a El Salai, quien ya sirvió de modelo para otros cuadros de Leonardo.
Para aseverar con más rotundidad los descubrimientos que se desprenden de la investigación, el comité de expertos ha decidido comparar la pintura con las otras obras en las que se sabe a ciencia cierta que Caprotti posó para su maestro y amante. Es el caso de La Monna Desnuda, El Ángel Encarnado o el San Juan Bautista.
Las investigaciones del notable cuadro del maestro del Renacimiento apuntan también a que la obra esconde todo un mundo de simbolismos que Da Vinci escondió en distintos lugares del cuadro y que podría resultar el testamento póstumo del artista.
Sea como fuere, contemplar la Mona Lisa continuará siendo uno de los momentos más impresionantes del paseo por El Louvre.
Fotografías en Public Domain