El mundo católico oficia hoy uno de los momentos más tradicionales de su Semana Santa con diversidad de actos, procesiones, liturgias… Sin embargo, uno de los más curiosos, aunque no tan insólito como pudiera parecer, es el de los crucificados de Filipinas, donde muchos hombres deciden, voluntariamente, ser clavados realmente a una cruz, en memoria de Jesucristo, como fórmula de penitencia e incluso para redimir a la humanidad.
Lo cierto es que este acto, que para ellos sigue teniendo un fin religioso, para otros no está exento de fanatismo y bastante brutalidad. Sea como fuere, la verdad es que el Viernes Santo es un día en la que multitud de turistas se acercan a puntos estratégicos del país, como es el caso de San Fernando City, para ver a los crucificados y toda la parafernalia anterior a ese momento en que varias personas son crucificadas ante la mirada de los asistentes y los flashes de los fotógrafos.
Hombres que antes realizan su recorrido por las calles, con las cabezas encapuchadas o cargando su cruz y que se fustigan con flagelos de caña cortante o de nudosas cadenas, hasta que sus espaldas pierden la piel y la sangre se convierte en la protagonista de una pasión extraña y vana que pretende reproducir el martirio de Cristo.
En la Semana Santa de Pampanga al norte de Manila, la capital de Filipinas, la macabra recreación ha llevado a una treintena de filipinos a colgarse de una cruz, de la que penden atravesados por clavos esterilizados de casi 15 centímetros.