Y es cierto, ya que las dos ciudades –Santa Cruz de Tenerife y Rio de Janeiro– están hermandas. No es nada extraño. Quien conozca estos dos pedazos de paraíso pensará sin mucho esfuerzo que ambos cuadros nacieron de la misma paleta.
Así ocurre con la intensidad que celebran sus carnavales. Los tinerfeños consiguen unas fiestas mucho más próximas en estética y desarrollo al carnaval carioca que a cualquier expresión carnavalesca española. Puede que sea la temperatura que reina durante todo el año en las Islas Afortunadas o ese deje al hablar, tan parecido al de algunos lugares de América Latina, o las múltiples oleadas de emigrantes e inmigrantes que salen y entran de estas latitudes… no me queda muy claro, pero son carnavales singulares, espectaculares y calientes.
Este año llegan del 2 al 13 de marzo, con el tema “El Padre de las Murgas”, ya que está dedicado a la figura de Enrique González Bethencourt, el fundador de la histórica “Afilarmónica Ni fú ni fá”, del concurso de murgas infantiles y del entierro de la sardina.
Pero no podemos hablar del Carnaval de Tenerife sin mencionar la espectacularidad de sus trajes, porque buena parte del trabajo que los ciudadanos hacen está enfocado al vestido, tan elaborado y barroco que, en la mayoría de los casos, la portadora ha de ser ayudada por soportes y carros que le permitan tan solo un poco de movilidad bajo el tremendo peso que soportan y la multitud de accesorios.
La pasión por el vestido hace que las empresas de la ciudad colaboren financiando la elaboración de la costosa vestimenta y los trajes son el centro de atención en la elección de la Reina del Carnaval. De hecho este apartado tiene tal éxito que incluso la muñeca más famosa del mundo, la americanísima Barbie, posee su propia colección de Carnaval.