Marbella, uno de los enclaves más importantes y famosos de la Costa del Sol, es lugar de contrastes inmensos. La ciudad marbellí se mueve desde hace décadas sobre la cuerda floja entre el lujo más desmedido y el afán por conservar la sencillez del pueblecito de pescadores que un día encadiló a los ricachones de medio mundo.
Aquí conviven personas sencillas y afables con adinerados miembros de una selecta élite que ha basado en la exclusividad los entornos en los que se mueven. Del mercado popular a las tiendas de la internacionalmente conocida como Milla de Oro, los precios varían, las mercancías varían, las marcas varían…
Productos populares y de primera necesidad: Hortalizas, ropas de mercadillo, bazares chinos, pescaderías de toda la vida, barecitos de barrio… En el otro extremos: Grandes marcas multinacionales, restaurantes exclusivos, caviar, cubles para socios de alto standing, joyas de precios escandalosos…
Es la Marbella que convive entre los fastos de su Puerto Banús, donde los yates más lujosos de las familias más acaudaladas del mundo viven un frenesí ajeno a las penurias que trae consigo la crisis económica; y la Marbella de siempre, de los marbellíes de siempre, que han de hacer cábalas para mantener su empleo, su casa y la bajada de sueldos…
Nadie puede arrebartar, de todos modos, la belleza indiscutible de uno de los pueblos más hermosos de la Costa del Sol.