Un arte milenario, antiguo, tradicional y artesano que, no obstante, si no se cuida acabará extinguiéndose en la despreocupada sociedad de hoy, apartada de los orígenes de nuestra cultura y alejada de las formas simples y el quehacer cotidiano. Ahora transmitir cuentos y leyendas que nos llegan, de boca en boca, desde el inicio de los tiempos, apenas si tiene valor para un mundo que se mueve por ambiciones y grandilocuencias. Tal vez por ello la Unesco ha considerado necesario incluir el Teatro de Sombras Chinescas en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Las marionetas de sombras chinas conforman un estilo teatral en el que las figuras llenas de color y fabricadas a mano en cuero o papel, son manipuladas por artistas titiriteros que, con manos expertas y un amor infinito a la pasión que desarrollan, hacen que los personajes se desenvuelvan al ritmo del canto y la música.
Al otro lado de la pantalla, desde cuya retaguardia iluminada la laboriosa tarea se desarrolla con afanoso empeño, los espectadores reciben la magia de las escenas formadas por esas sombras que cuentan historias, trasladan a otros mundos y recuperan costumbres.
El manipulador de sombras chinas es un artista en el más amplio sentido de la palabra. En muchos de los casos ha sido el encargado de fabricar las propias marionetas, transmitir oralmente la mayoría de las historias, cantar, improvisar, tocar varios instrumentos musicales y manipular más de una marioneta al mismo tiempo. Las habilidades son transmitidas de padres a hijos, de actor en actor y de maestro a pupilo. Es la esencia misma del teatro.