Brasil da para asombrar una y otra vez y además no repetir por el que estar perplejo. Hoy os traigo un rinconcito del estado de Maranhão que estoy segura de que os va a encantar, sobre todo a aquellos a quienes les gusta los paisajes un tanto especiales.
Se trata del único desierto del mundo al que asisten bañistas para darse un chapuzón y nadar un rato. Tal y como lo estáis leyendo. Se trata de los famosos y peculiarísimos Lençóis Maranhenses, un precioso y fascinante fenómeno de la Naturaleza que se produce sobre un mar de dunas de 155.000 hectáreas, que se prolongan 50 kilómetros hacia el interior del continente.
Su nombre procede de la palabra portuguesa “lençol”, que significa “sábana”. Eso parecen esas dunas de arena blanca y fina, que llegan a alcanzar los 40 metros de alto. Se trata de un Parque Nacional de una riqueza ecológica inquietante, ya que resulta ser el desierto del planeta que más lluvias recibe.
Esa particularidad es la que favorece su principal atractivo, una numerosa y deslumbrante cantidad de lagunas, azules y verdes, de aguas cristalinas y playas solitarias y paradisíacas. La mejor ciudad para afrontar la entrada a este desierto es por la ciudad de Barreirinhas y merece la pena soportar la durísima temperatura, si luego te zambulles en lagunas tan espectaculares como “Lagoa Azul”.
Y es que en este desierto especial para bañistas, llueve trescientas veces más que en el Sahara. Durante la época árida, las charcas se secan, pero al llegar la temporada de precipitaciones la explosión de vida vuelve tornarse espectacular, con singulares especies de peces, cangrejos y tortugas, cuyos huevos se mantuvieron “latentes” mientras permanecieron enterrados en la arena.
La mejor época para visitar el desierto de los Lençóis Maranhenses es desde diciembre a junio, coincidiendo con la época de lluvias, cuando las lagunas están llenas y la temperatura es menos agresiva. Ese es el momento indicado para contemplar un desierto lleno de bañistas.