El Templo del Millón de Botellas

En Tailandia, justo en la frontera con Camboya y nutriéndose de las aguas de un afluente del río Mekong, se encuentra la provincia de Sisaket, a unos 650 Kilómetros de Bangkok. Allí mismito se ubica la ciudad de Khun Han que esconde en su pequeña geografía un templo budista muy singular.

Nos estamos refiriendo al Wat Pa Maha Chedio Kaew Sisaket, aunque los habitantes de la villa han preferido recortarle el nombre -imaginamos que por comodidad- y han acabado llamándole simplemente Wat Kuan Lad. Sea cual sea el apelativo que elijamos, su traducción encierra la singularidad misma del edificio: El templo del millón de botellas.

Y así es. Lo que comenzó como una tarea divertida para decorar las habitaciones de los monjes budistas terminó cuajando entre todos los habitantes de la zona, que pusieron manos a la obra en su afán por construir un monasterio muy especial.

Chang y Heineken

Al principio la recolecta de botellas sirvió para realzar las habitaciones de los religiosos. Se trataba de emplear botellas de cerveza, pero no de una cerveza cualquiera. Aquellas botellas tenían copyright. La bicolor ornamentación de las habitaciones debían su improvisado diseño a las cervezas más consumidas de la zona. Así el color marrón se debía a la marca Chang y el verde a la internacional Heineken.

La curiosidad despertada por las botellas de los lamas, puso en movimiento a todo la ciudad y sus habitantes empezaron a hacerles llegar botellas desde todos los puntos de la región. De este modo, los budistas tailandeses decidieron dar una vuelta de tuerca a su idea. A partir de ese momento serviría como muestra de apoyo al reciclaje y como objetivo turístico.

Así pues y gracias a un millón de botellas de cerveza vacías, los monjes de Sisaket han terminado por elevar un completo centro turístico y religioso, todo él a base de envases. Habitaciones, baños, sala de ceremonias y hasta una pagoda. Además, las chapas de los frascos también han sido usados, en esta ocasión para realizar murales y cuadros con motivos alegóricos.

Fotografías de Mark Fischer, plumandjello.
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