Se va acercando la el Día de los Difuntos, la Noche de Halloween, el Día de Muertos… al fin y al cabo, todas ellas manifestaciones en memoria de quienes se fueron y una manera de reunirnos con ellos una vez al año.
Por ello, durante estos días pondremos algunas de nuestras miradas sobre distintos monumentos funerarios ya que ésta parece ser la única cosa en la que los humanos de todas las razas, lenguas y religiones parecen ponerse de acuerdo: Honrar a sus muertos. Algo es algo.
Y empezamos con El Cementerio del Bosque, uno de los tres lugares Patrimonio de la Humanidad ubicados en Estocolmo. La declaración de la Unesco se llevó a cabo al tener en cuenta la fusión que se crea entre el cementerio arquitectónico y el paisaje natural que lo alberga; una mezcla que da como resultado un diseño espectacular de gran belleza y que recrea un clima de tranquilidad y sosiego en armonía con la Naturaleza.
El proyecto fue el resultado de un Concurso Internacional de Arquitectos, convocado en 1914, para la realización de un recinto funerario que tuviese en cuenta los valores arquitectónicos imperante sin menosprecio de la naturaleza que lo circundara. El premio fue para Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz, por su propuesta “Tallum”.
La inauguración del Skogskyrkogarden, que así es su nombre en sueco, a principio del siglo XX supuso todo una revolución en cuanto a la concepción arquitectónica del cementerio y aún hoy en día es considerado una de las creaciones más importantes del arte moderno.
Las lápidas son bajas y sencillas, encerradas en el paisaje, conformando un entorno que potencia las vivencias y los sentimientos anímicos para la despedida del difunto. Varias capillas y un crematorio componen el conjunto en el que destacan sus dos zonas boscosas con el peculiar Bosque del recuerdo, en el que se entierra anónimamente; y la Loma del Olmo, una arboleda destinada a la meditación y el sosiego.
Como huesped más destacado de este cementerio, figura la tumba de la actriz sueca Greta Garbo.