lisboa

Muchos en Europa han pedido a Lisboa que cambie y una, viajera empedernida, se pregunta que para qué. Qué necesidad habría de tener una ciudad en transformarse en algo distinto a lo que lleva siendo desde hace veinte siglos. Porque Lisboa es eterna y como todo lo que no es efímero, podrán maquillarla, pero debajo de sus afeites siempre nos quedará una de las ciudades más maravillosas del viejo continente.

Una va a Lisboa buscando fado, deseando dejarse llevar por esa saudade lánguida y nostálgica que llena el alma de notas musicales cargadas de melancolía y pasado. Vinho verde y un no sé qué que transmiten lisboetas y que te hace sentir como si hubieras pertenecido siempre a esa ciudad.

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La capital de Portugal está bien como está, con modernización o sin ella, porque es simplemente perfecta. Deliciosa y única para pasearla caminando, como antiguos habitantes de tiempos nunca olvidados. Subir al funicular y alcanzar las cimas de los barrios altos, donde poder echar una ojeada a la villa que siempre te espera.

Comprar toallas, mirar manteles, comer feijoada y fotografiar fachadas de colores con la ropa secando al sol eterno de la vieja Lisboa. Quien no haya vivido esa sensación, se ha perdido realmente lo mejor de la capital portuguesa.

Fotografías de Pedro Simões, Osvaldo Gago, Flavio Ensiki, Michael Coghlan, Mark Ahsmann.
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