Arena. Dunas móviles del mar Caribe que se confunden con paisajes de tierra hacia adentro. Estériles montículos mecidos por los vientos y cáscaras vacías de antiguos moluscos marinos. Contraste y simbiosis de un país sincrético y valiente, acostumbrado a una Revolución Bolivariana, dura y empeñada en hacer a todos sus habitantes iguales a los ojos de un mundo que intenta juzgarlos y ocultar sus triunfos.

Es el camino elegido por Venezuela, árido y hermoso como el paisaje de Los Médanos de Coro, tránsito a la Península del Paraguaná. Es un Parque Nacional con más de 90.000 hectáreas protegidas de granos de arena a merced de los alisios que, sin embargo, consiguen formar montañas, dunas que se mueven tranformándose, resurgiendo, ganando la partida al viento.

Es el mapa descartografiado de las ‘arenas nómadas’ y los hitos arbustivos de las especies de los manglares. El salitre marismeño en la boca del visitante, atónito ante tanto mar de arena y tanto entorno caribe y dispuesto a encontrar los restos de los antiguos caminos precolombinos, hoy ocultos tras las dunas y, sin embargo, presentes, perpetuos, imperecederos en su orgullo por matizar su presencia más allá de los colonizadores y testigo de la actividad diaria de un pueblo que ya entonces transitaba en busca de los puertos que proporcionaban pesca a sus gentes.

Hoy el Parque Nacional de Los Médanos de Coro ofrece una experiencia muy completa al visitante, desde buenas caminatas para los amantes del senderismo, hasta experiencias náuticas, visitas monumentales y un fantástico safari fotográfico.

Fotografías de Carlos Adampol.
Licencia Creative Commons y/o Public Domain
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