Encrucijada de Culturas, esa fue la singularidad que percibió la UNESCO en este trozo de tierra uzbeka, para inscribir a la ciudad de Samarcanda como Patrimonio de la Humanidad. Casi 3.000 años de antigüedad son más que suficientes para avalar esta cualidad que ha convertido a Samarcanda en una reliquia evocadora de rutas imposibles, destinos de aventuras orientales y promesas de utopía.

En la actualidad, Samarcanda es la segunda ciudad en extensión y actividad industrial de Uzbekistán, solo por detrás de Taskent, la capital oficial del país. Tres milenios de actividad continua la avalan como una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo; además, en Samarcanda aún se respiran los aromas de cuando la urbe fue una de las mayores de la Asia Antigua.

Ubicada en la Ruta de la Seda, a caballo entre China y Europa, Samarcanda llegó a ser la ciudad más importante del Imperio Persa. Esta  situación privilegiada le ha valido a lo largo de su historia no pocos saqueos, los más cruentos a cargo de los mongoles de Gengis Khan, en el siglo XIII.

La ciudad que asombró al mismísimo Marco Polo conserva aún magníficos recuerdos arqueológicos de un valor extremo, como en el caso de las ruinas de Afrasiab, las grandes madrazas de Registán o la mezquita de Bibi Khanum. Un viaje alucinante al esplendoroso pasado del hombre civilizado.

Fotografías de yannboix, Arnaldo Calanca, Rafael Gómez www.micamara.es.
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