Ko Samet es una de esas islas idílicas que se encuentran en el sudeste asiático, concretamente en la provincia de Rayong, en el Golfo de Tailandia. Es uno de esos lugares de grandes arenales, aguas cristalinas, poca urbanización, tradiciones y locales de paja, resorts de bungalows de madera, palmerales, cangrejos al amanecer invadiendo la playa, tortugas nadando libremente, fiestas nocturnas en chiringuitos improvisados de playa…
Sin embargo, desde el pasado 27 de julio, las playas de Ko Samet se han convertido en otro paraíso roto. 50 toneladas de crudo vertidos al mar por el escape de un oleoducto, han dejado la idílica estampa transformada en un mar de chapapote, de una capa espesa y negra que asfixia y mata cuanto encuentra en las aguas, en las orillas, en la arena, en las rocas…
De nuevo un derrame de petróleo, y de eso sabemos bastante los españoles que padecimos el desastre del Prestige, un barco que nos dejaba las costas gallegas casi muertas y un desastre ecológico monumental de dimensiones incalculables.
Los tailandeses están intentando cualquier cosa, hasta una técnica nueva, inspirada en los cactus que, gracias a unos pinchos de cobre que consigue atrapar hasta las más minúsculas gotas de petróleo. Sin embargo, la imagen es dantesca, a pesar de los esfuerzos de la gente que opera para salvar una zona que de paraíso ha pasado a infierno. Algo que todos deberíamos lamentar e impedir.