La primavera trae multitud de festivales al panorama internacional. Todos los continentes, todas las razas, todas las culturas, todas las religiones… sea cual sea el grupo en el que se encuadre un ser humano, celebra por esta fechas fiestas de gran importancia para su comunidad cultural.
Casi todas ellas pierden sus raíces en los albores del tiempo, perpetuando una tradición intrínseca a la propia identidad del hombre como parte del grupo. En esta época del año, parece que todas esas tradiciones van encaminadas a festejar el triunfo de la luz sobre las tinieblas gélidas del invierno, las gracias por las nuevas cosechas tras el duro invierno, la victoria de los dioses protectores sobre la oscuridad.
En este sentido, ‘La Gran Noche de Shiva’ se celebra cada año en el mundo hindú, entre los meses de febrero y marzo, para honrar a las mujeres y al dios supremo de los shivaistas.
Los peregrinos inician su camino hacia los templos dedicados a Shiva y esperan larguísimas colas, a veces durante días, para poder dejar su ofrenda ante el altar en ‘la noche sin luna’, con especial efusividad en el templo nepalí de Pashupatinath. La vigilia y el ayuno acompañan al peregrino, en su afán de depuración y de consecución del estado de gracia.