Son muchas las personas que piensan que sólo el cristianismo posee una semana de “pasión” que, en el caso de esta religión, dedica las jornadas a revivir los últimos días de Cristo. Por ello, en esas fechas las procesiones se suceden por todas las ciudades y pueblos y e infinidad de fieles se muestran proclives al sacrificio, incluyendo manifestaciones tan dolorosas como la mismísima crucifixión, como es el caso de las que se practican en Filipinas.
Sin embargo, este tipo de sacrificio no es exclusivo de los católicos y también el mundo hindú vive su propia “pasión”. Se trata de un festival llamado Thaipusam, cuyos orígenes se hunden en el estado indio de Tamil Nadu y que se celebra entre los meses de enero y febrero.
La celebración es una de las más importantes para el hinduísmo, en especial para la los tamiles y por ello, el rito se contagió también a Singapur y Malasia, países en los que la concetración de tamiles es elevada. De hecho, la procesión más multitudinaria es la que se desarrolla desde Kuala Lumpur al templo de Sri Maha Mariamman.
Miles de “peregrinos” suben los 272 escalones del último tramo del cortejo, en una ascensión hasta las cuevas Batu y eso tras una maratón de 8 kilómetros, en muchos casos de doloroso martirio.
Y es que durante esta procesión, cientos de fieles de esta expresión extrema del hinduísmo, mortifican su cuerpo de manera violenta. Para ello atraviesan su piel con ganchos, dagas, espadas, pinchos, cuchillos, hoces y todo lo que la imaginación pueda imaginar.
La “pasión” hindú de Thaipusam ha sido prohibida por la crueldad extrema con que se desarrolla. Sin embargo y a pesar de la prohibición, cada año continúa celebrándose.