Toca realizar un viaje hasta las últimas décadas del siglo XVI y nos ubicaremos en la región del Véneto, en Italia. Nos vamos hasta la ciudad de Vicenza, donde vivió Andrea de Pietro della Gondola, más conocido como Andrea Palladio, quien dejó en ese lugar la que sería su mejor obra, una joyita de la arquitectura que, reproduciendo los cánones más clásicos de la antigüedad greco-romana, sienta no obstante las bases arquitectónicas de la edificación moderna.
Palladio deja constancia de esa especie de tratado sobre el diseño de edificios en su última obra, el Teatro Olímpico, inspirado en los teatros clásicos y llevada a cabo hacia el final del Renacimiento italiano, concretamente a partir de 1580, justo el año en que moría el proyectista, cuyo trazado hubo de ser llevado a término por su alumno más aventajado, Vicenzo Scamozzi, quien en algunos aspectos llegó incluso a mejorar el diseño de su maestro.
No obstante, la magnífica concepción del espacio y la perspectiva es producto del peritaje de Andrea Palladio, en un teatro cuya grandiosidad deja embelesado a quien lo contempla que, no obstante, es víctima del engaño del arquitecto, quien recurrió a la técnica del trampantojo para conseguir una profundidad en el escenario que supera con creces los poco más de cuatro metros que posee en realidad.
Aún así debemos hacer justicia al magnífico trabajo que se aprecia en el que sería el primer teatro cerrado del mundo, con un proscenio espectacular que reproduce un arco triunfal en honor a Hércules. Más allá, las cinco vías de Tebas sobre un telón firmado ya por Scamozzi.