En la región montañosa de Sulawesi, en Indonesia, nos encontramos con la Tierra de los Toraja (Tana Toraja en su lengua). Se trata de un grupo étnico de antiguos guerreros y miembros alegres y muy apegados a sus tradiciones, de las que llegan a hacer auténticos eventos sociales.
Así es con uno de sus ritos más extraordinarios y extraños, las ceremonias funerarias; en las que participan centenares de personas en una suerte de protocolo que llega a durar bastantes días. Se cree que su proceso de despedida de los difuntos está entroncado con las antiguas tradiciones animistas.
El precio de una ceremonia de despedida llega a ser caro, pero la costumbre Toraja integra a los muertos en la vida diaria del grupo y las atenciones para garantizar el confort del fallecido son innumerables. Hasta muy entrado el siglo XX, los cadáveres eran tratados con ungüentos y envueltos en tela -una especie de momificación- y convivían con los familiares en sus casas durante meses. Posteriormente, ese proceso se ha reducido a tres días y a siete si el muerto pertenece a una casta superior.
Los “enterramientos” se realizaban preferentemente durante la época de verano y los Toraja, muy acogedores y generosos, reciben con abrazos a cualquiera que quiera asistir a la despedida. No se escatima en alimentos y se sacrifican búfalos que, una vez dedicados a los dioses, sirven de comida en la celebración. El elevadísimo precio de estos animales también obliga a retrasar el funeral, para poder conseguir el dinero necesario.
Después de los días de fiesta, el difunto es traladado a hombros hasta la montaña, en la que podemos encontrar una suerte de cuevas y nichos excavados en la roca, además de pequeños balconcillos en los que se colocará una talla de madera que representa al muerto (Tau-Tau).
A los niños pequeños, que aún no estrenaron dentición, se les entierra dentro del tronco de un árbol, para que se reencarnen y continúen gozando de la vida y la naturaleza.