La dieta mediterránea ha recibido el respaldo de la Unesco, por los beneficios que el conjunto de prácticas reportan al ser humano, en un mundo en el que los malos hábitos de alimentación nos están conduciendo a un colapso reiterado para la salud.
España, Grecia, Italia y Marruecos han hecho causa común y presentaron conjuntamente el expediente para que su tipo de alimentación fuese reconocido como uno de los más sanos del mundo y un modelo a establecer en otros lugares.
El patrón de costumbres, conocimientos, prácticas y competencias en torno a la alimentación humana lleva siglos establecidos en los países ribereños del Mediterráneo, con especial hincapié en España, Italia y Grecia, a los que se suma Marruecos en un enlace con las costumbres difundidas por los árabes en su expansión por la Península Ibérica antes de la Reconquista.
La fórmula de los beneficios de este tipo de alimentación radica tanto en la forma en que se cultivan, cosechan y pescan los alimentos, así como en el método para conservarlos, transformarlos y prepararlos, con especial atención al modo de consumirlos.
La base principal de la dieta mediterránea se encuentra en el aceite de oliva, el pescado azul, el trigo, las frutas y verduras frescas y una porción adecuada de carnes, huevos y productos lácteos.
La Unesco ha querido destacar el papel fundamental de la mujer en la conservación y difusión de este legado, tanto en “la transmisión de prácticas y conocimientos específicos sobre rituales, gestos y celebraciones tradicionales, como en la salvaguardia de técnicas”.