Entre Tailandia, Laos y Vietnam encontramos este país asiático habitado por unos 14 millones de almas, al que los turistas llegan buscando cosas muy distintas a las que se experimentan en occidente. Es la Camboya de Angkor Wat, del río Mekong y de los destinos imperiales del jemer; de los templos Patrimonio de la Humanidad y de un extenso bosque, hogar de la biodiversidad más explosiva.
Pero Camboya es muchas cosas, un cúmulo de instantes fascinantes que la cámara del viajero apenas si tiene tiempo de registrar, retratando el instante único y mágico de lugares que no dejan indiferente a nadie.
Como en cualquier sito irrepetible, en Camboya se suceden variopintas paradojas que se alternan entre los resquicios de la cultura más tradicional y cautivadora y los tejemanejes pensados para el turista más típico y tópico: cervezas, hamacas, fotos con algún animal exótico…
Si se quiere resultará fácil escapar a esta fórmula viciada de malconocer el país y podrán recibir de su cámara exquisitos recuerdos: Bellas mujeres camboyanas a las puertas de un templo, niños que se divierten en una fuente, un vendedor de langostas en la playa, un plato de víboras cocinadas, una delicatessen de grillo frito, un monje hacendoso escoba en ristre… Es Camboya.