En Bulgaria, el medievo tiene su propio estilo, único e irrepetible y, por ello, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde 1979. Se trata de un complejo cristiano, de notable influjo bizantino, excavado en la mismísima piedra por monjes anacoretas desde el siglo XI, aunque no fue hasta un par de siglos después que la historia se puso ‘de moda’.

Nos estamos refiriendo a las Iglesias Rupestres de Ivanovo, a poco más de 15 kilómetros de la localidad búlgara de Ruse. El complejo tallado por las manos monacales de estos hombres que ansiaban la vida contemplativa, se hayan a ambos lados del río Rusenski Lom, en imponentes paredes verticales de roca pura y dura.

Los sacerdotes comenzaron por excavar cada uno su propio cubículo, en el que retirarse y consagrarse al ser supremo. Sin embargo, la rareza atrajo a otros seguidores y pronto los cubículos se fueron uniendo unos a otros y acabaron por convertirse en una red de galerías y conformando lo que hoy conocemos como el complejo de Iglesias Rupestres de Ivanovo, con sus estancias, celdas, pasillos, vestíbulos, capillas…

Al margen del impresionante trabajo y esfuerzo que debieron realizar aquellos hombres para ir horadando la roca caliza, el conjunto destaca por la belleza de sus frescos, con toques del bizantino temprano y, más tarde, entroncando con el estilo pictórico de la escuela de los zares de Bulgaria.

Fotografías de Klearchos Kapoutsis, Hans A. Rosbach, Stoyan Chochkov.
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