Fabricando una máscara funeraria

Objetos de culto en las más variadas civilizaciones y a lo largo de la historia. Las máscaras funerarias han viajado a través del tiempo, acompañando al ser humano en esa quimera por alcanzar la inmortalidad. Desde los egipcios a los romanos, de Grecia a Michoacán, de Tutankamón a Ned Kelly, los rostros más famosos y menos famosos del devenir de la humanidad han quedado grabados para la posteridad.

Oro, cera, yeso, arcilla, cuero… y las más variadas técnicas han servido para conseguir un molde del honorable difundo que pasaba a mejor vida. Su cara, sin embargo, se quedaba con nosotros.

Mácara de Agamemnon

Como no podía ser de otra manera, museos del mundo entero exhiben con mayor menor fortuna todo tipo de máscaras funerarias, desde la dorada careta del rey Agamenón hasta la recta expresión del genio Beethoven. La lista es interminable y curiosa y de ella forman parte seres tan dispares como Maquiavelo, Marat, Alfred Nobel, Pushkin, Rommel, Napoleón III, Newton, Himmler o Víctor Hugo.

Personajes de talla moral y humana muy distintas, honorables unos, animales repulsivos otros, pero todos con algo en común, su máscara funeraria ha permitido que tengamos el fiel reflejo de sus facciones y un recuerdo de ellos más allá de la muerte… para bien o para mal, aunque algunos merecerían el olvido eterno.

Fotografías de Helvetiker, Steve Evans, Rosemania, Wmpearl, George Grantham Bain collection.
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