Puerto

Que el Principado de Asturias atesora buena parte de las localidades más hermosas de la geografía española no es algo que vayamos a descubrir nosotros, pero siempre resulta agradable para el viajero dar un paseo por una de estos preciosos pueblos llenos de encanto. Es el caso de Cudillero una localidad que se resbala por una ladera hasta asomarse a la costa.

Es la cara más bonita y amable de esta villa marinera, cuyo puerto ya era uno de los más activos en el siglo XVI y que continúa siendo uno de los más atractivos del entorno asturiano. Y es que el peculiar urbanismo de este pueblo obedece a las leyes naturales de un terreno accidentado que, sin embargo, ha sumado lindeza a la localidad.

De este modo, las casitas de Cudillero aparecen arracimadas, como atrapadas entre el mar y la montaña, unidas y apretujadas, como en una deliciosa pintura naif, plena de colorida y absolutamente hechizante, mágica, afable y casi dicharachera, predispuestas todas ellas al cotilleo más cordial y cotidiano y a la convivencia entrañable de esos vecinos que contangian al forastero.

Derramándose hacia el mar

El verano es especialmente amable con este pueblo, porque las temperaturas son afectuosas con el turista que aprecia la tibieza del clima y se dispone a disfrutar de los muchos placeres de la zona, entre ellos los derivados de estupendos recorridos de montaña, el disfrute de las aguas cántabras y una gastronomía imponente.

Uno de los momentos más pintorescos nos lo regala la celebración de las Fiestas de San Pedro, el 29 de junio, cuando un marinero embarcado en la Ribera, echa desde el mar  l’Amuravela, un sermón laico en dialecto pixueto y en verso, donde se comentan con ironía y picaresca los acontecimientos más relevantes del año transcurrido.

Fotografías de Dácil Granados, jlmaral, alma81, Flipao, Javier Corbo.
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