Antártida

La Antártida, no se me ocurre mejor soplo de aire fresco en un día caluroso de la Andalucía de primeros de septiembre. Aquí los cultivos están achicharrados por un sor de justicia y los hombres se afanan por recoger los racimos de uvas, doradas, casi pasas, por un agosto de aplomo.

Ver las imágenes del continente helado da un respiro. Sin embargo, no se pueden reprimir los pensamientos catastrofistas, generados por el calentamiento global y el turismo en masa. Confieso que hace años que solicité a mi esposa que, en mi 50 aniversario, me regalase un viaje a la Antártida y, realmente, lo espero.

Antártida

Ella, no obstante, bromea con que para esa fecha (faltan pocos años), el cambio climático habrá convertido esa bella zona en una pradera verde esmeralda. Buena parte de esa transformación también la tendría el turismo, del que no soy ajena.

La crisis económica ha parado un poco en esa locura de transportar gente con dinero para pagarse el viaje, por las aguas heladas del continente de hielo. Yo espero ser una de las futuras viajeras que puedan acercarse a esa fascinante zona. A pesar de mi egoísmo, he de admitir que convertir la Antártida en Praga sería un grave error para el equilibrio del planeta y que, en poquísimo tiempo, acabaríamos con ese frío paraíso.

Sigo con mis pensamientos catastrofistas y concluyo que, si la Antártida no perece por la acción del turismo o el calentamiento global, lo hará por un buen grupo de gobiernos que acabarán encontrando la forma de explotar los recursos que, de seguro, saldrían a la luz con un deshielo. Hoy tengo el día tonto, por lo menos disfrutaremos de las imágenes.

Fotografías de eliduke, US Embassy New Zealand, INTTraveler, 23am.com, John “Pathfinder” Lester.
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