Hoy nos vamos hasta la República de Palaos, que así es como la conocemos los occidentales, si bien su nombre en palauano resulta ser un pelín más difícil de pronunciar para nosotros –Beluu er a Belau- si bien no imposible, por supuesto.
La nación resulta ser una de las más jóvenes y menos pobladas del mundo, sólo unas 20.000 almas viven en este país formado por casi 340 islas volcánicas y coralinas. Por supuesto, muchas de ellas no tiene un solo habitante, como es el caso del lugar hacia nos dirigimos.
Nos referimos a las Islas Chelbacheb o “Islas Roca”, dos centenares de islotes de piedra caliza que deben su formación a un arrecife de coral que emergió del mar. Hace aproximadamente 10.000 años se calcula que el lugar tenía acceso directo al océano. El paso se cerró con el tiempo, dejando atrapada a la fauna en un lago salado.
Con el transcurso del tiempo, los animales que vivían en sus aguas acabaron extinguiéndose por falta de alimento. Sin embargo, esto no fue un impedimento para las medusas que allí residían. Muy al contrario, estas especies encontraron un estupendo caldo de cultivo en el que proliferar sin depredadores. Actualmente son más de siete millones de ejemplares los que habitan las aguas.
Este hecho, el de que sus posibles depredadores fueran extinguidos, es lo que ha permitido que en la actualidad buzos y bañistas de todo el mundo, viajen hasta este punto del Pacífico, en el Mar de Filipinas, para nadar entre medusas que ya no tienen defensas urticantes puesto que, en teoría, ya no debían defenderse de nada… ¿hasta nuestra llegada? No obstante, otros científicos piensan que los nematocistos de las medusas continúan activos, aunque con aguijones tan pequeños no consiguen dañar la piel de los humanos.
En cualquier caso la experiencia resulta espectacular y la mañana uno de los mejores momentos para contemplar la peregrinación de medusas desde el punto más occidental del lago, en el que se refugian durante la noche, hasta el lugar en el que el sol calienta más el agua durante el día.