Son seres protectores, duendecillos y gnomos benéficos que desde tiempo inmemorial se dedicaban a guardar los rebaños y las granjas de Noruega. Hoy son pocos los niños que no dedican un poquito de sus sueños a pensar que los nissers están en el jardín de casa, protegiendo el hogar durante la Navidad.
Noruega también tiene un buen cúmulo de tradiciones navideñas, también supersticiones. Entre ellas las de esconder durante la Nochebuena todas las escobas y aspiradoras de la casa, porque hay una creencia que reza que durante esta noche familiar, las brujas sobrevuelan las casas sobre los palos de sus escobas, buscando enredar con sus hechizos malignos. Ni corto ni perezoso, los noruegos esconden cualquier cosa que pueda servir de vehículo a las malas brujas.
Es noche de ambiente familiar, de cenas y reencuentros y momento para tomar la cerveza de Navidad o Juleøl y el vino caliente con especias. Pero si existe algo ligado a la Navidad de Noruega, al margen de esos simpáticos nissers, es una especie de turrón dulce. Es el Sand Kanger, elaborado con harina, mantequilla, azúcar y almendras.
Por cierto, los gnomos también tienen su cena y es tradición que los niños lleven al establo un gran cuenco con leche y avena, para el nisser de esa casa.