México, como no podía ser menos, también ha conseguido colocar importantes aportaciones de arraigado valor a esa lista de la Unesco a través de la cual se reconoce el mérito a la pirekua -canto tradicional de los p’urhépechas– y lo parachicos de Chiapa de Corzo.
Pero quizá el reconocimiento más popular sea el que se ha prestado al paradigma de Michoacán: la cocina tradicional mexicana. No ha sido más que un acto que realza aún más, si es que eso es posible, el atractivo, la importancia y los beneficios de una cultura gastronómica enclavada en el tiempo y “regalada” generosamente al resto del mundo.
Los mexicanos ya se habían encargado, desde hace generaciones, de ir rociando su semilla de sabor a lo largo del planeta porque tal vez sean las recetas de México algunas de las más preparadas dentro y fuera del hermoso país.
Abrazada al maiz, los frijoles y el chile, “la cocina tradicional mejicana es un modelo cultural completo que comprende actividades agrarias, prácticas rituales, conocimientos prácticos antiguos, técnicas culinarias y costumbres y modos de comportamiento comunitarios ancestrales”; y así lo ha dejado claro el organismo de la ONU.
Y ello no ha sido más que la confirmación de lo que pensaban millones de consumidores de todo el mundo, que han sabido percibir las bondades de una elaboración primorosa que comienza en el mimo con el que se realizan la milpa y la chinampa, métodos de cultivo únicos que se resisten a dormir en la memoria colectiva.
Al explosivo y variado crisol de olores, sabores y texturas de la comida michoacana tenemos que añadir el inmenso breviario simbológico que acarrea y que requiere de una tradición propia, de las ofrendas como las del Día de Muertos, de un sentido robusto y vigoroso de la unidad familiar y de un respeto ya hoy extrañamente insólito hacia la sabiduría popular de nuestros mayores.
Si eres una de esas poquísimas personas -raras de por más- que aún no ha probado tortillas, tamales, enchiladas y cochinitas, moles y dulcecitos, jalapeños y tequila; haz hueco en tu agenda, alquila el dvd de “Como Agua para Chocolate” y toma nota de todo cuanto dijo Laura Esquivel en el texto que llevara al cine el maestro Alfonso Arau.