Qué difícil debe resultar para una ciudad con tanto arte y tan cargada de historia, mantener una vida paralela, urbana, cotidiana, sencilla y normal. Si un lugar posee todas las papeletas para resultar paradigmático en este sentido, sin duda es Florencia.

Hablamos de la Firenze de los Médici y de los Uffici; de la Florentia de Julio César, de camino por la Vía Cassia; de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad; del hogar del David de Miguel Ángel; del ‘escenario’ del Decamerón; de las Historias Florentinas de Maquiavelo; de los estragos de la Peste Negra; de Santa Maria del Fiore; del Ponte Vecchio; de la ocupación nazi… Florencia.

Cómo se puede ser normal y vivir en Florencia… Se puede. Es la otra Firenze de barecillos y tascas; de graffiti e irreverencias; de manifestaciones callejeras de amor eterno; de mercados de fruta y extraños souvenirs; de paseos en vespa y matronas en zapatillas; de ojos que ya no ven tanta arquitectura imponente; de tenderos apostados sobre estatuas renacentistas… Florencia.

Como cada ciudad en Italia, Florencia despierta cada día en medio del bullicio turístico y de los estropicios de la crisis del euro. Intentando conjugar el esplendor del pasado con los batacazos del presente y seguir enamorando a los visitantes, como principal sustento de una población abofeteada por los recortes impuestos por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, a través de su Gobierno.

Es la otra Florencia, que por mucho que se empeñen no ensombrece a la antigua Firenze, aunque sí que le resta alegría.

Fotografías de beggs.
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