Hielo, fuego, tierra… los elementos nunca resultaron tan fundamentales para concebir un paisaje como en Islandia, el país de los contrastes ambientales. Los perfiles helados, gélidos, tan cercanos al círculo polar, bullen por debajo, en corriente incandescente de magma.
Con esta combinación y choque de ingredientes y grados, el resultado tenía que fluir por más de un lado. Reventones espectaculares de montañas de fuego y sifones naturales de aguas hirvientes, que liberan presión por donde puede, volviendo a dejar espacio en el mismo centro de la tierra.
Esa espectacularidad ofrece paisajes imposibles, casi inventados que, sin embargo, atrae a miles de turistas que disfrutan de las propiedades de una mezcla tan explosiva y de los beneficios que comportan para la salud. Aguas sulfurosas, baños termales, barros medicinales, vapores sanadores… es la historia de Islandia, en esos armónicos encuentros y desencuentros naturales, que acaban por parir auténtico espectáculo natural.
Por supuesto que los islandeses supieron aprovechar los beneficios de estas batallas que descubren el temperamento de su tierra y, no en vano, su capital, Reikiavik, es conocida como la ciudad de los balnearios, con más de un centenar de estaciones de baños y aguas termales.
Al margen de detenerse en esa ruta relajante y cargada de salud, no podemos dejar de visitar exhibiciones como las que nos ofrecen los géiseres, las fuentes termales, las cascadas y los saltos de agua, las lagunas y los lagos… Es la visión de una tierra de fuego a la que el agua intenta calmar.