Se sucede en Haro, la capital de La Rioja Alta, un municipio español que cada año acomete una batalla campal, que tiñe de buen vino de Rioja los trajes de quienes deciden vivir una Fiesta de Interés Turístico Nacional divertida y muy peculiar. Es la Batalla del Vino de Haro, otra forma de disfrutar uno de los caldos más importantes de la enología española.
La Denominación de Origen ‘La Rioja’ es insignia de calidad, de unos vinos producidos en una tierra que, desde tiempo inmemorial, se dedica al cultivo de la uva y a extraer de cada fruto la magnificencia que concentra. El premio es una bodega internacionalmente reconocida entre los mejores vinos del mundo.
Hasta aquí los dastos parecen muy serios, pero la cosa cambia con la manera en que riojanos y riojanas, grandes y pequeños, encaran cada año su tradicional fiesta mayor, con especial atención a la población de Haro, donde el culto al vino pasa a una guerra en toda regla. Eso sí, hablamos de una contienda en la que el único armamento son litros y litros de buen vino tinto riojano.
Con la llegada del verano, los habitantes de Haro se preparan para su Batalla del Vino, que ya esperan ansiosos visitantes procedentes de todas partes del mundo. La mañana de la romería, los peregrinos impolutos, vestidos de blanco inmaculado, con su pañuelo rojo al cuello y su bota de vino tinto, se dirigen hacia los Riscos de Bilibio, a los pies del Ebro.
Lo que comienza siendo una peregrinación, a pie, a caballo, en tractor… pronto se convertirá en una auténtica batalla campal. Es la guerra del vino, es la Batalla del Vino de Haro, donde los guerreros y cruzados, se disparán chorros de caldo riojano, tiñendo de morado sus vestimentas. Ojalá todas las guerras fueran igual de divertidas.