En varias ocasiones hemos comentado en Ser Turista que China es quizá el país con mayor número de tesoros inscritos en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Hoy traemos uno más a este blog, para todos aquellos viajeros que se sienten fascinados por la belleza de un paisaje distinto y el caso de las instantáneas que encontraremos en el Valle de las Nueve Aldeas hace a este lugar merecedor de un puesto de honor.
Próxima a las costas del Mar de China nos encontramos con una maravilla de la naturaleza al norte de Sichuan, al sudoeste de la República Popular China, en una de esas regiones tibetanas que esconden tantos y tan hermosos secretos. Estamos en el Parque Nacional del Valle de Jiuzhaigou, declarado Reserva Natural de la Biosfera en 1995.
Dentro de su radio de acción nos encontramos con nueve pueblos, ese es el significaco literal de Jiuzhaigou, que habitan una de las regiones más difíciles del país, debido al terreno tan accidentado que ocupan. De hecho, hasta 1975 esta inaccesible área apenas si era conocida. Al margen de las dificultades que entrañaba la vida cotidiana en estas villas tibetanas, el hecho de el valle fuese declarado espacio protegido conllevó la prohibición del desarrollo de cualquier actividad agrícola en la zona.
No obstante, desde que en los años 90 la Unesco distinguiera el Valle de las Nueve Aldeas, el gobierno chino facilitó la labor de los habitantes del lugar permitiendo el desarrollo de las actividades relacionadas con el turismo, con una afluencia cada vez mayor, llegando a ser masiva en algunos puntos.
En Occidente los paisajes oníricos de Jiuzhaigou son conocidos a través de la oscarizada Tigre y Dragón. En ellos, el agua tiene un protagonismo esencial, a través de lagos, cascadas, ríos y fuentes, con unos colorido que supera el de la paleta de cualquier pintor.