Si tradiciones y costumbres siembran la celebración de la Navidad, los festejos que acompañan al Nuevo Año tampoco se quedan atrás. No obstante las diferencias son notables entre ambas celebraciones. Si en la primera la liturgia está más presente, en la segunda el carácter lúdico y la alegría se derrochan desde una optica más festiva.
Hoy nos acercamos a la forma en la que muchos lugares de Chile reciben el Año Nuevoy es que, como en todo, cada país suele tener su peculiaridad a la hora de institucionalizar sus fiestas. La Nochevieja chilena no iba a ser una excepción y aquí hemos creído curioso destacar la costumbre de la Quema del Mono.
Por supuesto que en todo el país la estrella principal es el brindis, acompañado por un buen escenario de fuegos artificiales que tiñe de colores el cielo de cada ciudad y cada pueblo. Pero la Quema de Monos está más arraigada en las zonas del norte de Chile. El acto se encuadra en los rituales que, esparcidos por toda la América Latina, purifican al oficiante, con la esperanza de que el fuego acabe con lo malo y el ánimo se prepare para las bonanzas del nuevo año.
Papel, cartón, ropa usada, virutas, maderillas, lana… todo es bien recibido para fabricar, en la víspera del Año Nuevo, un monigote similar al de los “juas” de las Fiestas de San Juan en España. Y es que la tradición entroca un poco con esa quema del “judas” cristiano, aunque eso es otro rito.
Aunque en la mayoría de los lugares, el mono sigue siendo un rudimentario muñeco de trapo y papel, en algunos sitios como Tocopilla, la fiesta ha alcanzado tal dimensión que, respaldada por las instituciones oficiales, se han convertido en auténticas esculturas que se queman en la media noche, marcando el paso del 31 de diciembre al 1 de enero.