Está aún alejado de los circuitos turísticos jordanos y, sin embargo, se encuentra apenas a 25 kilómetros de uno de los puntos más turísticos del mundo, la ciudad de Petra.
El Castillo de Shobak nos habla de cruzados, de templarios, de fortalezas llenas de pasadizos y secretos para burlar la presión de un enemigo que buscaba algo revestido del halo sagrado que fomenta tantas guerras.
Hoy, las ruinas están ahí, tratando de contarnos parte de su historia. Lleva mirando ese paisaje transjordano desde el año 1115. Mucho tiempo para observar. Más que suficiente como para que la arquitectura logre fundirse con ese mismo paisaje y pasar casi como desapercibido, como una partida más de las que gana la geología. Sin embargo, todavía es posible recorrer los más de 350 escalones que conducen al pozo de agua del castillo de shobak, la razón por la que los cruzados pudieron resistir el asedio de Saladino.
Eran tiempos de turbulencias, no muy distintos a los de ahora, todo hay que decirlo y la gente, como siempre, seguía matándose por religiones, conquistas y reconquistas. Lo mismo que hoy también. Parece que poco hemos aprendido de esas ruinas que nos hablan de aquellos tiempos convulsos.
A pesar del empeño de los cruzados por levantar una fortaleza con triple pared, Saladino consiguió lo que buscaba y conquistó el castillo de shobak, aunque necesitó 75 años para ellos. Hoy, las inscripciones que celebraron el descalabro de los cruzados aun pueden contemplarse por todas partes.